No sabia que hacer para que se diera cuenta de que existía, para volver a ser la persona en la que pudiera confiar sin restricciones. Solo quería ser parte de su vida. Todas las noches, llorando, rogaba que regresara, que me amara aunque fuera la mitad de lo que lo amaba yo. Lo espere un tiempo más, con el corazón en las manos, pero jamás regresó.
Hoy también puedo darme cuenta de que la culpable de su alejamiento fui yo, con mi acoso epistolar, con mi dependencia afectiva, logre desatarle una crisis; a duras penas podía manejar sus propios ataques, mal podía intentar ayudar a una depresiva suicida como yo. Lo asfixié y, en su ahogo, trato de zafar lo mejor que su propia enfermedad le permitió.
Esa fue la primera señal clara de que yo no tenia capacidad de querer, mas bien necesitaba desesperadamente de otro que llenara mi vacío. Exigía amor a gritos, sufría el desamor y el supuesto abandono con lagrimas y luego entendía la triste realidad de que nadie puede querer a un ser indeseale